domingo, 29 de mayo de 2016

Rubia de la cuarta fila

Mientras escucho Sabina, me recuerda al día en que te vi Rubia de la cuarta fila, cerca de las escaleras, de un gris lugar. Me fijé que todavía eras joven, un brote verde, aunque tus ojos no decían cual era tu edad.

¡Todavía tenías que crecer!, pero no crecer como crecen los árboles, tu deberías crecer como los pajaros, sin mirar atrás, ocurriendo en cada momento lo que tenga que pasar. Como la pequeña semilla que se deja llevar por el viento de su destino. 

No seas tan nostálgica, lo que nunca sucedió es porque no debería haber ocurrido.

Tu lejos de la madurez, yo no tanto, y aunque leas este texto, no sabrás quien soy. Pero igual recuerdas que al cruzar tu dulce mirada con mis gestos aburridos, tus ojos tiernos con mis profundos abismos, me di cuenta por un momento, que sabríamos querernos como es debido, sin todavía habiendonos querido nunca.

Solamente por la mancha brillante en mis ojos, sentistes que te daré mi sueño y mi sustento, mi dolor y mi alegria, mi aburrimiento y mi pasión, solamente a cambio de tus besos y un poco de simpatía.


Quizás al cabo de los años estaremos siendo dos adultos aburridos mirándonos en el espejo, viendo como nuestra vida sigue, seguramente sin sentido. Pero jamás te preocupes, te habré dado alegría, un millón de sentimientos y tú, mi cielo, terminarás sabiendo que nunca renunciaría a morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.

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